La palabra “serenidad” recoge toda una suerte de virtudes que da paso al sosiego, la paz y la verdad de todo aquello que nos rodea.

A diario parece que sólo importa ir cada vez más deprisa, sin pensar, sin meditar, sólo respondiendo al instante a los estímulos que nos rodean, colocados allí con la mejor o peor intención, que da igual, pero que están ahí, y nos influyen a diario.

Sin embargo llegaremos más lejos y más rápido “si sabemos dónde queremos ir”, siendo ello nuestra brújula, el timón nuestras acciones cotidianas, y la carta de navegación, nuestro destino.

La clave está en el sosiego de pararse a pensar porqué hacemos lo que hacemos y si es eso lo que en realidad perseguimos. A diario, dedicarse al menos un tiempo, al comienzo, serían suficientes para hacer este repaso de aquello que emprenderemos ese nuevo día, y después, en la noche, al finalizar, otro tiempo para reflexionar acerca de cómo fue el día, si hicimos todo lo que teníamos pensado, si ocurrió alguna oportunidad mejor, si se nos quedó algo sin decir a alguien o hacer algo que queríamos o debíamos.

Al siguiente día, de lo primero que habría que ocuparse sería de comenzar de cero replanteando nuestro destino de nuevo, y durante el día, si fuera posible, podríamos tratar de acabar lo quedó pendiente.

Tal vez cada día, en parte, nuestro destino halla cambiado un poquito porque nosotros también vamos cambiando, pero no hay un plan cerrado sino todo lo contrario, somos libres de definir nuestro destino a medida, y hacer lo posible por mejorarlo, construyendo sueños, y sobre todo más que soñar, haciéndolos reales.

De este modo sereno y tranquilo, buscando un tiempo personal para nosotros a diario, seremos más conscientes de lo que hacemos, saborearemos todo mucho más, y viviremos más plenamente.

No es fácil hacer todo esto pero tampoco es difícil.

Muchas veces somos navegantes, capitanes y a la vez tripulantes de otras empresas mayores a la nuestra, y muchas veces perdemos la percepción de lo que es bueno para nosotros, cometiendo el error de crecer de modo desmesurado en ciertas áreas, que si bien, también son de mucho interés e importancia, para nosotros y el resto, nos puede llevar a enormes desequilibrios que terminen por hacernos caer.

Pueden parecer empresas enormes pero en realidad “la única empresa más importante somos nosotros”, y somos nosotros quienes decidimos qué hacer, centrándonos en “el ser”, y desarrollándonos de un modo más amplio en nuestras capacidades personales y atribuciones consideradas como humanas, de un modo equilibrado y sereno.

Sólo mediante la serenidad de nuestros actos y acciones diarias podremos tener la clarividencia del destino que nos corresponde.

autor del artículo:

Jesús Pablo Alonso García

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